16.12.08

Relato - En el instituto


-La tengo dura -susurró Ivan, inclinando su hombro hacia mí. Estábamos sentados en un pupitre en la clase de historia.
Miré por la clase, para tratar de descubrir quién estaba poniendo caliente a Ivan. Yo también sentía deseos de darles por sus culos vírgenes a muchos de aquellos quinceañeros salidos hasta que me suplicasen ansiosos que metiese más mi tórrida carne por sus agujeros de follar.
Ivan volvió a susurrar - Pálpamela y verás, compañero.
Como a muchos otros en la escuela, se me hacía el culo calderilla cuando contemplaba sus poderosos músculos trabajando en el gimnasio o cuando veia su perfecto cuerpo desnudo en las duchas, en especial su polla sin circuncidar. Cuando por la noche me la pelaba, a menudo pensaba en él.
Desde el principio de curso Ivan había descubierto que podía hacerme dar un salto con solo pellizcarme el trasero cuando estábamos en la fila. Al principio mi dignidad se había sentido ofendida, pero con el tiempo empezó a gustarme la sensación y empecé a buscar situaciones en las que su mano se acercase a mi trasero. La cosa había ido a más; a veces, su dedo índice se insinuaba en mi esfínter a través de mis delgados pantalones de deporte y yo fantaseaba con que me follaba allí mismo, delante de todos.
Sin apartar la mirada del maestro puse la mano bajo el pupitre, sobre su rodilla. De inmediato Ivan la tomó y la metió por el bolsillo de su pantalón. Tuve un sobresalto al notar carne desnuda. ¡Pues no había cortado el forro del bolsillo! El tacto de los músculos de Ivan, duros y suaves como el mármol, era demasiado intoxicante como para retirar la mano. Lo peor de todo era que Sergio, sentado a mi derecha, al otro lado del pasillo, estaba en posición de vernos, así que alcé mi pierna hasta tocar la parte interior del pupitre, para bloquearle la visión.
Entonces las yemas de mis dedos tocaron el duro, húmedo e increíblemente sedoso pene de Ivan. Él tuvo un estremecimiento y yo pude notar como mi cara enrojecía. Ivan no me dejaba sacar la mano de su bolsillo y yo no deseaba soltar aquella carne. También a mí se me había puesto dura.
Cuando la campana de la escuela tocó el final de la clase, Ivan soltó mi muñeca y, de mala gana, yo retiré la mano de su bolsillo. La clase estaba en pie, camino de la puerta. Me fijé en Sergio que estaba mirando a otra parte, con su rostro rojo como un tomate.
Ivan había doblado un papel y me lo pasó bajo los dedos. En el camino lo saqué de mi bolsillo y lo desplegué. Había escrito: "Nos vemos en el almacén del equipo después de la cena".
Casi no pude comer. Sentado al otro extremo del comedor, los ojos de Ivan sólo se cruzaron una vez con los míos. Estaba sentado con Sergio que lo miraba ansioso. Sergio sabía que algo había pasado en la clase de historia, y me temo que lo había adivinado todo.
Después de la cena me di una ducha rápida, me cepillé los dientes y me aventuré a salir al frío aire nocturno de Noviembre, caminando entre las sombras.
La puerta del almacén del equipo estaba cerrada, así que la empujé para abrirla y me deslicé hacia el interior. Dentro estaba oscuro. En la atmósfera había una mezcla de sudor, linimento y líquido limpiador; pero por encima de todo aquello, me llegaba el aroma de la colonia de Ivan. No podía verle, pero podía oírle respirar. Sin siquiera tocarle, pude notar que estaba desnudo.
Y entonces, de repente, estuvo contra mí, con su rostro pegado a mi pecho. Extendí las manos y palpé sus desnudas y musculosas caderas. Atraído por un magnetismo animal, al que no podía resistirme, fui subiendo las manos hasta que toqué las duras curvas de su culo desnudo. Muchas veces había comido con la vista esas nalgas prietas en las duchas, hasta empezar a tener una erección y tener que ir corriendo a vestirme. Casi me sentí desmayar, cuando mis dedos llegaron a la raja del culo de Ivan.
Sus manos se estaban haciendo un lío con el botón de mis tejanos. Al fin logró bajarme la cremallera, y sus cálidos y potentes dedos se deslizaron dentro y atraparon mis pelotas.
-Desnúdate -me susurró.
Unos segundos antes quizá me hubiera negado y hubiese salido a la estampida de allí, pero ahora, como un abyecto esclavo, me quité los zapatos y los calcetines, notando bajo mis pies el húmedo cemento. Luego me quité la camisa y los tejanos; cayendo, más y más, bajo su control.
-¿Me lo quito todo? -mi voz era un jadeo y una súplica. La sumisión era tan halagadora para él como deliciosa para mí.
-¡S...si! -la excitación sexual estaba afectando su voz.
Me quité la camiseta y los calzoncillos, notando el frío aire en los pezones, el culo y los genitales.
Su voz se había tornado amenazadora, y me espetó como si fuese un sargento:
-¡Ponte de rodillas, joder! ¡Las manos a la espalda!
Tembloroso le obedecí. Entonces pensé que iba a obligarme a chupar su gran polla que llevaba tanto tiempo deseando.
Noté como Ivan me ataba las muñecas con una corbata del uniforme; el simbolismo de todo aquello me puso muy tiesa la verga.
Sus rodillas me apretaron las caderas, noté el calor de su rostro y olí su colonia. Su aliento era cálido y húmedo contra mis labios, mientras me hablaba con voz baja y ronca:
-Estás loco por mi cuerpo, ¿no? -yo estaba demasiado estremecido como para poder contestar-. ¿No?


Su rostro estaba pegado al mío. Agarró mi polla y apretó contra ella la parte inferior de la suya; este contacto casi me hizo desmayarme. Le escuché escupir, y luego su mano humedecida se deslizó arriba y abajo por nuestras pichas. Su voz se hizo más grave y convincente:
-Te he visto mirarme en los vestuarios. ¿A que quieres esta gruesa verga en tu boca? Si, seguro que quieres mamar mi gran pollón. ¡Ya lo creo que la deseas, maricón!
Soltó mi pene y, apretando su tripa contra la mía, aplastando nuestras pollas contra las carnes prietas, me agarró la cabeza con las manos y me morreó los labios con una fuerza salvaje. Me estaba chupando los labios, metiéndoselos en la boca. Notaba su húmeda y fuerte lengua penetrando entre mis labios; estaba dándome el más húmedo de los besos.
Sacó la lengua y me susurró, con los labios tocando mi oreja:
-Vas a dejar que te meta la polla en la boca, ¿verdad?
-¡Si! -jadeé, totalmente sumiso-. ¡Si! ¡Si! ¡Déjame mamarte la polla, Ivan!
Al instante me rodeó, con sus rodillas agarrando mi cuerpo. La cálida y lujuriosa cabeza de su polla tocó mis labios; abrí mucho la boca para poder tragármela. Me la metió; era tan grande que solo la punta parecía llenar mi boca. Notaba su suave piel contra mi lengua y labios. Mi boca cubrió de saliva la cabeza de su herramienta.
La sacó hasta que solo el extremo quedó pegado a mis labios y la punta de mi lengua encontró el agujerito de mear, saboreando el suave y cremoso líquido, que brotaba en gotitas. Luego la volvió a empujar hacia dentro, mas profundamente, hasta que el extremo de su polla palpó la entrada de mi garganta. Fue una penetración tan profunda que me atraganté y sentí una nausea; estaba aterrorizado.
-¡Vale, vale! -me dijo, sacándola un poco-. Te vas a tragar mi cipote entero amiguito y te voy a soltar mi caliente leche en tu bonito culito.
Me desató, me hizo poner la espalda contra el suelo, abrió mis piernas y se arrodilló entre ellas.
-¡Por favor Ivan, no me hagas daño! -gemí.
Agarrándome las piernas por detrás de las rodillas, las abrió y tiró de ellas hacia arriba, hasta que mis rodillas quedaron por encima de sus hombros, y se inclinó sobre mí. No podía moverme; mis talones estaban contra su espalda, a la altura de su cintura. Noté como sus dedos se paseaban sobre mi erección y sobre mis pelotas. Deslizó sus dedos por debajo, siguiendo la hendidura, hasta el agujero de mi culo. Yo estaba temblando, pero cada milímetro del camino de sus dedos hacia mi ano, aumentaba mi deseo de ser follado; mis gemidos de miedo se estaban convirtiendo en exhalaciones de pura lujuria.
Puse las manos sobre los tensos músculos de sus caderas; las yemas de sus dedos tocaron mi agujero y yo empujé mi trasero hacia ellas, para acelerar la penetración..., pero él se tomó su tiempo. Al fin un dedo se centró en mi esfínter y apretó suavemente; noté cómo mis carnes cedían y el dedo se hincó hasta la primera falange en mi ano. Hizo una pausa de casi un minuto, podía notar su excitación creciente en el jadeo de su respiración.
-¡Oh, sí! -gruñó-. Tienes un encantador culito virgen. ¡Lo que me va a gustar follarte! ¡He deseado hacerlo desde la primera vez que te vi!
Su dedo se deslizó hasta la falange siguiente y empezó a moverlo arriba y abajo, acariciando las paredes de mi ano.
-¡Estás caliente como una coneja! -exclamó.
Extrajo su dedo y tomando mi mano derecha la llevó hasta su rígido pene. Mis dedos rodearon su grueso mango; sentí el temor de que nunca iba a poder meter toda aquella carne poderosa y tan dura como una roca, en el culo. Estaba como en trance mientras la tomaba, así que guié la gorda punta hacia el agujero. Entonces su mano apartó la mía y noté la suave presión de su capullo.
Notaba como la presión iba en aumento. El músculo de mi culo se estiraba de un modo aterrador. Gruñí, sobre todo de aprensión, pero él estaba empujando con más fuerza; entonces aullé de insoportable dolor. ¡Me iba a desgarrar el culo, a partírmelo en dos!
-¡Cállate ya, joder! -su sólida mano apretó mis labios.
Empezaba a disfrutar, aún en mi agonía, de la presencia de la punta de aquella polla en mi culo. A medida que el grueso falo iba deslizándose lentamente dentro de mí, iba olvidándome del dolor; estaba disfrutando de la gloriosa sensación de ser totalmente poseído.
La punta se detuvo en algún punto dentro de mí y noté como su áspero vello púbico, primero me hacía cosquillas y luego quedaba aplastado contra mi raja.
-¡Oooh! -exclamó Ivan en pleno éxtasis.
Se echó hacia atrás un poco y luego volvió a entrar, con esa sensación de deslizamiento que mi ano ansiaba ahora con pasión.
-Oh, sí! -exhalé-. ¡Jódeme, Ivan! ¡Dame por el culo!
Mientras se hundía, ya sin contenerse, en mi insaciable agujero y volvía a salir, yo me agarré a sus nalgas, tan duras y suaves, en cada embestida. Mi mano izquierda correteó por la parte inferior de su torso, que se inclinaba hacia atrás mientras me la clavaba y pensé que me iba a correr solo con la sensación de acariciar su cuerpo.
Sabía perfectamente que Ivan estaba aprovechándose de mi cuerpo para saciar su lujuria juvenil; pero la verdad es que no me importa una mierda, estaba dispuesto a poner el culo para él en cualquier momento y en cualquier lugar.
-¡Oh, que gusto! -exclamó. Noté como sus pesadas bolas abofeteaban con más fuerza mi trasero. De pronto detuvo todo movimiento y se quedó derrumbado sobre mí, doblándome aún más. Su sudor caía sobre mi cara. Su cuerpo se estremeció y noté el tremendo escupitajo de semen dentro de mi recto. Su polla retrocedió una y otra vez y, en cada ocasión notaba el borbotón de leche que llenaba mi agujero.
Finalmente, aun jadeando encima mía, su falo se deslizó fuera y dejó que mis talones cayeran contra el suelo.
-¿Estás bien? -me preguntó.
Yo no podía decirle que tenía una erección como la de un caballo. ¿Qué iba a hacer?, ¿pedirle que me la menease? Estaba demasiado esclavizado por él para atreverme a pedirle nada.
La puerta se abrió y vi su silueta salir. Seguí de espaldas en el suelo y comencé a notar como el semen de Ivan bajaba por mi recto.
De repente la puerta volvió a chirriar, abriéndose y luego cerrándose. La luz de una linterna se deslizó por el suelo, llegando hasta mí y quedándose entonces quieta a la altura de mi polla empinada.
-Soy yo -dijo una voz temblorosa y suave. Era Sergio, que se arrodilló junto a mí, con sus rodillas rozando mi cadera-. ¿Estás bien?
Volviéndome hacia él, deslicé mi mano por el interior de la pernera de su pantalón corto, tocando su suave vello púbico; su polla se puso dura al momento.
-Desnúdate, Sergio -le dije.

4 comentarios:

Alejandro dijo...

Buen relato. Me gustó el final: se abre una nueva relación con Sergio, el tímido. ¿Qué pasará?

Anónimo dijo...

!Estupendo!Muchas gracias. miketcc

Daisuke dijo...

estuvo muy bueno ;D

Anónimo dijo...

Ya llegué...

Pues decirte que me ha gustado. La verdad es que sabes crear situaciones morbosas... con un poco de dominación, un poco de inocencia... y una relación que promete...

Besos.
Muchos.